lunes, 13 de junio de 2016

Los genes no controlan nuestras vidas

Las emociones curan más que los medicamentos

las emociones curan mas que los medicamentos

La idea de que los genes NO controlan nuestras vidas es una idea cada vez más extendida y más aceptada.  Nuestra cultura, nuestra familia, el ambiente que nos rodea  y la educación que recibimos, modifican nuestro entorno epigenético y hacen que, lo que pensamos, lo que creemos y lo que sentimos modifiquen la expresión de nuestro ADN.  Eso significa que que somos capaces de provocar cambios en la química del organismo solamente con pensar en algo.    Un ejemplo: si pienso en un limón, puedo salivar, aunque el limón no lo tenga delante. Si algo me da miedo puedo hasta perder el control de los esfínteres, sólo con pensarlo, por ejemplo, antes de subir a un avión.
Cada vez está más claro, porque la ciencia tiene ya muchas evidencias de ello, que no podemos culpar totalmente a nuestros genes de nuestro comportamiento y de nuestras dolencias. Nosotros también tenemos responsabilidad sobre ello. Mediante los alimentos, y también mediante los pensamientos y las emociones, controlamos nuestra apariencia, nuestra conducta, nuestra salud, pues en función de nuestra dieta y de nuestros sentimientos, activamos o desactivamos nuestros genes. No sólo somos lo que comemos sino también somos lo que pensamos y lo que sentimos.
La medicina actual se basa en el medicamento y entiende que esta es la única manera de curar las enfermedades. La labor de los médicos es siempre imprescindible a la hora de realizar un correcto diagnóstico. Y al ciencia ha avanzado enormemente en cuanto a pruebas diagnósticas se refiere. Pero aún así, cada día hay más enfermedad; cada vez son más las personas que están polidiagnosticadas y polimedicadas. Los medicamentos son enormemente útiles en caso de emergencia para devolver calidad de vida al paciente, pero, normalmente no son ellos los que nos curan. El cuerpo se sana así mismo. Los medicamentos palían los síntomas y los muchas veces los enmascaran, sin averiguar ni solucionar al origen de la enfermedad. De hecho, la medicina del siglo XX separa el cuerpo de la mente y del espíritu como si nada tuvieran que ver el uno con el otro. Afortunadamente nos estamos enfrentando a un cambio de paradigma en la medicina que contempla a los 3 como un todo; se trata de considerar al ser humano y a su salud como una unidad: cuerpo, mente, espíritu. 
En este nuevo paradigma entran en juego las teorías de la física cuántica sobre la célula y la información que ésta recibe y lo que hace con ella. Se trata de la medicina de la energía, la medicina del siglo XXI
Las investigaciones actuales se centran en determinar con exactitud qué dolencia provoca cada emoción, cada pensamiento en particular. Y ya hay muchas averiguaciones hechas, muchas relaciones encontradas.  El ejemplo más claro es el efecto placebo: si yo pienso que la pastilla me cura, me curará, aunque sea sólo un comprimido de sacarina.

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